Las reglas eran muy claras: ojos tapados y no se podía comer. Solo tocar y oler. Empezamos con algo fácil, para irles animando: una sandía! Jeje, no hubo dudas, los dos niños lo reconocieron a la primera. Seguimos con un albaricoque, y, como es pequeño y su piel es suave, también lo adivinaron. Pero el juego se fue complicando, y pasamos a una ciruela. Era gorda, y la confundieron con una nectarina. Al abrir los ojos descubrieron con sorpresa qué era, y les faltó tiempo para comérsela!