Me he dado cuenta de que, cuando son pequeños, a los niños les encanta observar todo lo que hacen los mayores y quieren colaborar con ellos, ayudar. Cuando llevas prisa, es un poco engorroso… Pero hay que intentarlo, hay que dejarles que te ayuden, aunque tardes más y lo pongan todo perdido. Desde que mi hijo de tres años me ayuda a preparar zumo de naranja, todos los días quiere hacerlo y, lo más importante, ¡luego se lo bebe!

Incorporar a los niños a la cocina hace que tomen contacto con las frutas y verduras, que las conozcan y las manipulen. Por ejemplo, pueden colaborar en actividades como mezclar ingredientes o medir las cantidades de la receta. Para ellos resulta divertido y, al hacer de estos alimentos algo cotidiano, después les resulta más fácil tomarlos.

Todo cambio forma parte de un conjunto de acciones. Para cambiar una mala alimentación, los padres deben dar ejemplo con sus hábitos y ofrecer a sus hijos desde pequeños una dieta rica en frutas y las verduras. Pero los colegios también tienen que contribuir educando en aspectos alimenticios y ofreciendo menús escolares más equilibrados. Y, por supuesto, los políticos deben legislar para que se eviten los mensajes negativos que trae la publicidad engañosa de ciertos productos.

Cuando los niños están aprendiendo los colores, podemos ayudarles a relacionarlos con la fruta o verdura (el rojo con la manzana, el amarillo con el plátano…). También les podemos preguntar qué forma tiene (la fresa puede ser un corazón) y animarles a que asocien el color de la fruta o verdura con un personaje de ficción o con algún objeto real (un limón puede ser Bob Esponja y una naranja Epi). Otra opción es pedirles que asocien el color…